Después de la Segunda Guerra
Mundial el departamento de salud británico observó un aumento importante de
enfermedad coronaria. Un científico escocés de apellido Morris, sospechó que
era porque los trabajos eran cada vez más sedentarios. Entonces realizó un
estudio que incluía, entre otros, a trabajadores del transporte. Al llegar los
resultados dieron que los conductores padecían el doble de enfermedades
coronarias que los que controlaban los tickets.
Más adelante en el tiempo, en
1984, la Universidad de Stanford comenzó un estudio que duraría más de 20 años.
Dividieron a unas mil personas de más de 50 años en dos grupos de 500
participantes cada uno, uno conformado por corredores habituales, pero no
profesionales, y el otro por personas sanas, sin obesidad y con buenos hábitos
en general, pero sedentarias.
Se pensaba que la actividad
física podría dañar las articulaciones o el corazón de los corredores, pero los
resultados fueron contundentes.
En el año 2006 se publicaron las
conclusiones. El 34% de las personas sedentarias habían muerto, y solo el 15%
de las que corrían. La actividad física redujo no solo la mortalidad por
enfermedades cardiovasculares, sino por casi todas las causas: cáncer,
trastornos neurológicos, infecciones, etc. La tasa de discapacidad también fue
menor en el grupo de corredores.
La conclusión es clara: el
ejercicio es el mejor tratamiento contra el envejecimiento.
“Si querés estar saludable, hacer
actividad física no es una opción, es una necesidad biológica.”
¿Cuánto y qué tipo de
entrenamiento debo realizar para obtener estos beneficios? El mínimo aconsejable según la
OMS es de 150 minutos de actividad física aeróbica moderada a la semana, 75
minutos de actividad física aeróbica intensa o una combinación de ambas.
Además, es aconsejable también añadir
al menos dos estímulos semanales de entrenamiento de fuerza.
Si bien esto es lo mínimo
aconsejable, lo ideal sería al menos el doble de estas cifras.
¿Cuál es la diferencia entre
entrenamiento aeróbico (cardio) y entrenamiento de fuerza?
El entrenamiento aeróbico o
cardio tiene como principal objetivo la mejora de la capacidad cardiovascular
del cuerpo. Se trabaja con esfuerzos que aumentan la frecuencia cardíaca por un
período largo de tiempo. Por otro lado, el entrenamiento de fuerza refiere a
todo tipo de esfuerzo muscular que no puede sostenerse por más de unos pocos
minutos sin descansar, que se trabaja con estímulos externos o bien el propio
peso del cuerpo.
Algunos ejemplos de entrenamiento
aeróbico son el entrenamiento funcional, bicicleta, trote. Por el lado del
entrenamiento de fuerza incluye entrenamiento con distintos tipos de pesas,
entrenamiento en salas de musculación o calistenia.