Tal vez se trate de uno de los jugadores más queridos de la Argentina. Para entrenadores y público futbolero es el que no siempre fue valorado, pero protagonista de goles esenciales en la Historia de la selección argentina. Vuelve después de 18 años a su casa: Rosario Central. En diálogo con el periodista rosarino, Juan Alberto Barriento, se dimensiona lo que significa este regreso. (Fuente: Radio Ciudad (FM 88.3) Programa “Grupo de WhatsApp”)

Rosario es una ciudad futbolera por excelencia. Desde un juez de Cámara, pasando por mujeres sofisticadas y cool, barrabravas, intelectuales creativos u operarios de clase obrera y un etcétera gigante, todos están involucrados directa o indirectamente con la pasión de multitudes. Los estadios de Newell´s y Central se llenan cada día de partido, más allá de quién sea el rival y cómo es su perfomance en la tabla de posiciones. El folklore futbolero vive a flor de piel. Rojinegro de un lado, azul y amarillo del otro. Los fanáticos seguidores de Central, valga la redundancia, porque si son “canayas” son fanáticos, inundan la cotidianidad con memes, cargadas, grafitis, anécdotas, festejos y aniversarios, que distan de algo rutinario. Siempre se focalizan en burlarse de su archi rival y de su fundamentalismo sin fecha de vencimiento. Si bien no necesitan una motivación extra…. llega a partir de julio de este año, la mejor: el regreso de “Angelito” Di María.

En diálogo con Juan Alberto Barriento, periodista rosarino de vasta trayectoria, se supo que a poco de la confirmación del mágico refuerzo para el equipo dirigido por Ariel Holan, se vendieron 50.000 camisetas de Rosario Central con el 11 en la espalda. Asimismo, casi de manera instantánea, se formó una larga cola de gente en la sede del club para poder asociarse, en pleno centro de la ciudad. La “Fideomanía” ya comenzó y llegó para quedarse.
Juan Alberto fue entrenador de infantiles en El Torito, el club donde comenzó Di María. Se trata de un sitio que comenzó como club de bochas, humilde, austero. Se jugaba a lo sumo vóley, pelota al cesto, fútbol de salón sobre mosaicos. Se hacían polladas, comida para vender, todo lo que aportara ingresos de dinero para crecer un poco. Se empezó a sumar el fútbol infantil y luego juvenil.
Barriento pertenece al universo canaya casi con un sentido de pertenencia familiar, religioso, y de fervor rosarino en general. Amante de la lectura, la Historia y la música, hombre de radio en temas de actualidad desde hace más de cuarenta años y comentarista de fútbol durante dos décadas, encuentra en Rosario Central una suerte de presencia que condimenta su vida cotidiana. Conocedor del alma de la ciudad sabe que Di María se reencuentra con los amigos de toda la vida, los de adolescencia, aquellos que lo acompañaron en las buenas y mucho más, en las malas, complicadas, difíciles.
Hoy, la Argentina sonríe cuando menciona a Fideo, pero Central está de fiesta y esto recién empieza porque, pese a que no debutó, ya se está mudando de a poco, trayendo 35 valijas y un corazón auriazul que sólo cambiaba de color durante noventa minutos, cuando gravitaba en la selección nacional.
Rosario exhala “fideísmo” y el talentoso jugador sueña con salir campeón en el club de sus amores. Como dice Juan Alberto Barriento riéndose: “Los de Ñull se quieren morir”. Igualmente, se sabe que más de un leproso querrá ir desapercibido al Gigante de Arroyito para ver jugar al Angelito de todos.
La euforia “canaya” contagia al mundo del fútbol
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